Algunas personas hemos nacido para perder...
Soy lo que ves y nada más, un desastre cargado de
infortunios que quizás esté perdiendo el diamante más brillante, el brillo
más duradero. Soy así, una fábula que indudablemente termina en drama.
He nacido para perder lo que más amo, no puedo disfrazarlo,
ni intentar rectificarlo. No eres consciente de la oscuridad que emanan
tus actos hasta que no puedes ocultarlo y muestran su verdadera cara
catapultando pozos de mentiras, convirtiéndose en un yugo sin
descanso encasillado en la autodestrucción.
¿Acaso imaginas que no desaparecería la felicidad? Es tan
fugaz, tan extremadamente frágil que se te rompe en un simple apretón
de garganta y cuando te das cuenta, sus cristales ya están clavados
rajándote por dentro. No puedes alcanzar para quitártelos, no, siguen
haciéndote heridas cada vez más profundas.
Los tormentos internos no te abandonan y solo acabas en una
versión peor de ti mismo.
No vales para nada, inconscientemente caes en esos planetas
que destruyes con la lluvia de meteoros de tus palabras, infames, directas
a matar.
Acabas en el refugio de tu yo, sin más enemigos que tu
conciencia y tu razón.
Acabas dándole cobijo al fatal destino que alimentaste
surgiendo en una rueda de esperanzas yermas como los campos abrasados
por el fuego.
Marco Mazzoni |
Todos perdemos, hasta los que gritan orgullosos sus efímeras victorias.
ResponderEliminarMuchas gracias José, un fuerte abrazo.
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