Ella


Ella, prisionera de su mundo allí se encuentra, en la alta torre de la mansión de piedra. Su silueta recostada en el marco de la terraza, la luna tiñendo sus cabellos de plata, removidos por la brisa de esas noches de verano. Su foránea belleza despertaba perturbadora y su vislumbrada mirada esbozaba retazos de aleatorios recuerdos… Ella, imagen de la soledad bordada en la desesperación, pasaba noches contemplando la metrópoli y sus calles y callejuelas como el público ensimismado en la actuación.
A veces, se levantaba de su asiento en la penumbra y se miraba en el espejo, las yemas de sus dedos se posan en él y a medida que los segundos avanzaban la presión de ellos se acrecentaba como si quisiera traspasarlo. Su mirada, escrutando detenidamente cada parte de su cuerpo, se tornaba a la más incrédula inocencia, aquella que conseguía brotar el llanto desalentador, y rompiendo las puertas del desconsuelo asentado en su pálida tez, se sentaba de nuevo entre pasos desvalidos a contemplar el espectáculo.
Le gustaba imaginar desde lo alto, como serian las vidas de esas personas que pasaban unas a prisa y otras pausadamente, de esa muchedumbre que llevaba el espectro de la alegría consigo o de aquellos otros que no tenían esa fortuna.
En la angosta noche, una niña con su madre pasaba por los alcances de su visión, la mujer miraba a su retoño con dulzura y le cogía su manita con la delicadeza que tratamos aquellos objetos que pueden romperse. La sonrisa cálida prendida en el rostro de la pequeña era dirigida por sus pasitos diminutos unidos a los de su madre que resonaban en  los adoquines de la calleja. Su mente comenzaba a evocar aquellos recuerdos encerrados entre las paredes de su cárcel, aquel lugar que se prometió no volver a pisar.
 Un mar de ausencias se apodero de Ella y perdió el control sobre sí misma. Se vio embargada por los sentimientos tanto tiempo omitidos y no pudo evitar vivir lo vivido.
Momentos inmortales pasearon a su antojo por la mente, danzaban unos con otros, se sonreían y Ella cada vez podía soportarlo menos pero a la vez se daba cuenta de cuánto ansiaba tenerlos.
La nostalgia y el olvido acogieron su corazón, lo llenaron de consuelo por un pasado negro y gélido.
Sus ojos perdidos no miraban a ninguna parte, miraban a un mundo interno corrompido por el tiempo y no quería olvidarlo, quería regocijarse en su perdida y dolor, quería sentir por sí misma.
 Se dirigió a su odiado reflejo, no podía soportar más que le mirase, no podía soportar ver en sus propios ojos la ansiada libertad y en un golpe de olvido y rabia, rompió a pedazos su otro yo.
Su corazón dolía cada vez que respiraba el abandono que se esparcía. Cogió un cristal sin dudarlo y cortó cada trozo de piel hasta calmar el desorden que la acusaba.
Rubíes corrían hacia el suelo sin obstáculo despuntando por dedos y pies, barbilla y cuello.
Se sintió en paz, por una vez en años. Ahora jamás se sentiría sola pues ellos recordarían cada filo de sus recuerdos, su eterno dolor palpable ahora la hacía destronar cada atisbo de irrealidad. Su mirada tintineaba canciones de vida, y mostraba un interior vacio, sin ruinas de recuerdos, dispuesto a llenarse de su propia utopía.
http://www.youtube.com/watch?v=D1DVNAlK9Sg&feature=plcp

No hay comentarios:

Publicar un comentario