Pólvora Voraz

 -  Lo que el fuego y la pólvora unió en un beso voraz hoy desaparecerá en las aguas de este río mas no quedarán ni las brasas. Tu recuerdo dejara de perturbarme y el dolor se marchara de mi corazón.- dijo mientras contemplaba absorta el anillo de plata en el que se leía mi nombre y cerrando los ojos alzo su mano, decidida. Lanzo nuestra alianza con rabia, angustia e incluso amor y vio como desaparecía en las aguas turbias de la noche.-
Se levanto del embarcadero y se dispuso a marcharse con una sonrisa melancólica en el rostro. Se apartó los cabellos oscuros que removía el viento con fiereza y sus pasos se perdieron en los adoquines del paseo.
Su lasciva belleza volvió a crear espasmos en mi piel. Esos ojos oscuros que reflejaban su corazón en pedazos y al mismo tiempo su fortaleza interior desatada, esos labios carnosos púrpura y esa piel tostada hacían más evidente el error.
Saque mi cartera y miré su foto, necesitaba ver su rostro de nuevo. Se me escapo una sonrisa mientras la contemplaba y no existió mundo más allá de la imagen que veía. Te necesito, dijo la voz de mi alma… te necesito solo a ti.
No podía perder más tiempo, tenía que encontrarla.
<<Corrió y corrió, su mirada la buscaba desesperadamente entre la multitud, su corazón latía con más ritmo a cada segundo que se acercaba a ella.
Adivinó su figura, sus sentidos se agarrotaron y la esperanza se poso a su lado. Se plantó a escasos centímetros de sus pies. Ella parpadeaba, no creía lo que veía. Sus pasos se detuvieron en seco y lo miró a los ojos, desafiante. >>
Mi pulso enloqueció, el corazón subió hasta mi garganta y escupió:
-Te quiero.
Unos segundos insondables fueron ocupados por miradas de desesperación y rencor.
- No te creo nada, ahora no. Ya he sido bastante tiempo juguete de tus mentiras. –Logró articular mirando hacia el río desde el puente.
- Perdóname, ¡perdóname! ¡Me equivoque..! – Cayó rendido sobre sus rodillas. Levanto su mirada hacia los ojos de su amada suplicante. Ella siguió andando como si no le hubiera visto.
Uno, dos, tres. Se volvió y observo como el joven saltaba la barandilla precipitándose al vacío de las aguas.
-¡¡Noooo!!
Sus piernas se movieron más rápido que los latidos de su corazón hasta asomar medio cuerpo para ver desaparecer a su amado en el fondo del cauce.
Sus dientes empezaron a castañear, sus piernas no la mantenían en pie. Sus ojos se cerraron con fuerza empañados en lágrimas y oscuridad. El sentimiento de ansiedad atravesó voraz su pecho.
      La gente se acerco despavorida para ver que ocurría y ella, dijo adiós a su realidad.




Ella


Ella, prisionera de su mundo allí se encuentra, en la alta torre de la mansión de piedra. Su silueta recostada en el marco de la terraza, la luna tiñendo sus cabellos de plata, removidos por la brisa de esas noches de verano. Su foránea belleza despertaba perturbadora y su vislumbrada mirada esbozaba retazos de aleatorios recuerdos… Ella, imagen de la soledad bordada en la desesperación, pasaba noches contemplando la metrópoli y sus calles y callejuelas como el público ensimismado en la actuación.
A veces, se levantaba de su asiento en la penumbra y se miraba en el espejo, las yemas de sus dedos se posan en él y a medida que los segundos avanzaban la presión de ellos se acrecentaba como si quisiera traspasarlo. Su mirada, escrutando detenidamente cada parte de su cuerpo, se tornaba a la más incrédula inocencia, aquella que conseguía brotar el llanto desalentador, y rompiendo las puertas del desconsuelo asentado en su pálida tez, se sentaba de nuevo entre pasos desvalidos a contemplar el espectáculo.
Le gustaba imaginar desde lo alto, como serian las vidas de esas personas que pasaban unas a prisa y otras pausadamente, de esa muchedumbre que llevaba el espectro de la alegría consigo o de aquellos otros que no tenían esa fortuna.
En la angosta noche, una niña con su madre pasaba por los alcances de su visión, la mujer miraba a su retoño con dulzura y le cogía su manita con la delicadeza que tratamos aquellos objetos que pueden romperse. La sonrisa cálida prendida en el rostro de la pequeña era dirigida por sus pasitos diminutos unidos a los de su madre que resonaban en  los adoquines de la calleja. Su mente comenzaba a evocar aquellos recuerdos encerrados entre las paredes de su cárcel, aquel lugar que se prometió no volver a pisar.
 Un mar de ausencias se apodero de Ella y perdió el control sobre sí misma. Se vio embargada por los sentimientos tanto tiempo omitidos y no pudo evitar vivir lo vivido.
Momentos inmortales pasearon a su antojo por la mente, danzaban unos con otros, se sonreían y Ella cada vez podía soportarlo menos pero a la vez se daba cuenta de cuánto ansiaba tenerlos.
La nostalgia y el olvido acogieron su corazón, lo llenaron de consuelo por un pasado negro y gélido.
Sus ojos perdidos no miraban a ninguna parte, miraban a un mundo interno corrompido por el tiempo y no quería olvidarlo, quería regocijarse en su perdida y dolor, quería sentir por sí misma.
 Se dirigió a su odiado reflejo, no podía soportar más que le mirase, no podía soportar ver en sus propios ojos la ansiada libertad y en un golpe de olvido y rabia, rompió a pedazos su otro yo.
Su corazón dolía cada vez que respiraba el abandono que se esparcía. Cogió un cristal sin dudarlo y cortó cada trozo de piel hasta calmar el desorden que la acusaba.
Rubíes corrían hacia el suelo sin obstáculo despuntando por dedos y pies, barbilla y cuello.
Se sintió en paz, por una vez en años. Ahora jamás se sentiría sola pues ellos recordarían cada filo de sus recuerdos, su eterno dolor palpable ahora la hacía destronar cada atisbo de irrealidad. Su mirada tintineaba canciones de vida, y mostraba un interior vacio, sin ruinas de recuerdos, dispuesto a llenarse de su propia utopía.
http://www.youtube.com/watch?v=D1DVNAlK9Sg&feature=plcp