Tengo miedo a salir de tu cama. Estoy en tierra conquistada y no quiero poner un pie fuera, hace tanto frío... que no puedo evitar sentir el reinado del verano, marcado por sus subidas de temperatura constantes y su sed apabullante.
Siento tus piernas enroscadas a las mías bajo las sábanas tornasoladas, tu respiración sosegada, el adhesivo de tu piel y el abrigo de tus manos.
Al despertar, te siento alrededor de mi cuerpo, empapado por tu tacto y no siento deseos de zafarme. No puedo imaginarme otra noche sin ti pero sé que vendrá, inundándome de insomnio y resurgiendo a los pájaros de la inspiración.

Livher est fini - Victoria Francés



Por toda la eternidad

Cuando la maleza cubra tu manto marmóreo
la noche derrame su brillo
la brisa vislumbre el frío
la niebla desaparezca...
Te mandaré a llamar
para que inundes mis horas desiertas.
Nos alojaremos en mi inhóspita casa,
nos sentaremos en las maderas quejumbrosas
y te rozaré el rosto con el dorso de mi mano
mientras veo como sientes la aridez del desierto,
sin marcharte.
Me apoyaré sobre tu regazo
ilustrado en poemas ensimismados
dentro de palabras engarzadas en el olvido,
y me abandonaré.
Confiada de tus promesas,
cuidando de mis pesadillas,
de mis nervios y de mi océano.

Cuando despierto
la soledad me aguarda
y ya te has ido.

Las tormentas de arena se han levantado contra mí,
te han sepultado
y llevo días buscándote, escarbando por si te encuentro
con las uñas ensangrentadas y las manos ennegrecidas.
Todavía recuerdo aquel día en el que rocé con el dorso de mi mano tu pómulo
desprestigiando tus deseos febriles,
dejando paso al aliento marchito de mi boca
acabando con lo poco bueno que quedaba en ti.

Tengo la esperanza de que
algún día la maleza cubra nuestra lápida,
la lluvia nos limpié,
el sol nos caliente
y la podredumbre nos de cobijo
por toda la eternidad.

Los ojos verdes

Hylas and the Nymphs - Waterhouse


"—¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.
El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen.
Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba, temblando, el primogénito Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia.
Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos."


Los ojos verdes, Gustavo Adolfo Bécquer

Algunas personas hemos nacido para perder

Algunas personas hemos nacido para perder...

Soy lo que ves y nada más, un desastre cargado de infortunios que quizás esté perdiendo el diamante más brillante, el brillo más duradero. Soy así, una fábula que indudablemente termina en drama.
He nacido para perder lo que más amo, no puedo disfrazarlo, ni intentar rectificarlo. No eres consciente de la oscuridad que emanan tus actos hasta que no puedes ocultarlo y muestran su verdadera cara catapultando pozos de mentiras, convirtiéndose en un yugo sin descanso encasillado en la autodestrucción.
¿Acaso imaginas que no desaparecería la felicidad? Es tan fugaz, tan extremadamente frágil que se te rompe en un simple apretón de garganta y cuando te das cuenta, sus cristales ya están clavados rajándote por dentro. No puedes alcanzar para quitártelos, no, siguen haciéndote heridas cada vez más profundas.
Los tormentos internos no te abandonan y solo acabas en una versión peor de ti mismo.
No vales para nada, inconscientemente caes en esos planetas que destruyes con la lluvia de meteoros de tus palabras, infames, directas a matar.
Acabas en el refugio de tu yo, sin más enemigos que tu conciencia y tu razón.
Acabas dándole cobijo al fatal destino que alimentaste surgiendo en una rueda de esperanzas yermas como los campos abrasados por el fuego.

Marco Mazzoni

Rememorando un pasaje...


Cuando lo vi por primera vez, sentí que ninguna historia que había escuchado antes podía semejarse a los paisajes deshojados, libres de cualquier acopio procedente del amor o de la gracia de la naturaleza que tenía delante de mis ojos. Eran tierras baldías y gélidas emanando un tizne rojo procedente de los confines del mundo. Su reflejo, me hizo confesar que era la imagen más hermosa que había contemplado jamás.
Al fondo, imperante y quejumbrosa se encontraba la gran mansión, aquella que sería causante de todas mis desgracias. Y allí me veía, a las puertas de un destino desconocido, marchita y con el corazón roto, una joven con ínfulas de escritora, sin oficio pero con sueños atemperados en hojas de papel.
Lo tenía a él, mi cimiento más férreo, mi único consuelo entre las nieves que atesoraban los terrores más profundos, inscritos, del mismo modo que la joya escarlata lucía en mi dedo. A él, mi insigne caballero de cabellos oscuros como la noche, de formas celosas y rostro afilado. Mi humilde compañero, un soñador, al igual que yo.
Cruzamos el umbral de los claros yermos, con el frío escalando desde los pies hasta el pecho. Entré en la mansión ajena a la realidad que me acogía, con los dedos pétreos y los labios secos. Entré a un universo más triste que el anterior donde ni la lumbre del hogar conseguía apagar los rimbombantes sonidos del viento ni el crujir de la madera corrompida.
No me imaginaba como mi marido podría haber vivido en ese lugar desde su niñez, sus numerosos pasillos dejaban entrever oscuridades líquidas y auras negras rodeaban sus puertas... una especie de ataque de pánico se anudó en mi estómago creando un agujero negro.
Cuando el crepúsculo se ciño sobre el cielo, la nieve empezó a rodearnos, se colaba por el techo impulsada por la gravedad y en el centro del recibidor central, muy cerca del piano, comenzó a descansar. Lo primero que se paseo por mi mente al verla desde las escaleras fue aquel momento tan lejano que compartimos mi padre y yo haciendo ángeles en la nieve. Bajé las escaleras con la melancolía inundándome los ojos y me senté al lado del montículo nevado. Agarre un puñado con mi mano y en el contacto comenzó a transformarse en agua descendiendo por el dorso de mi brazo.
Decidí darle vida como personaje en mi novela y un destino mejor.

(Relato inspirado por La Cumbre Escarlata)

Fotograma de La Cumbre Escarlata



Lunar

La piel erizada,
las costillas ajadas,una constelación
de lunares su cuerpo.



"Fresh" - Korbinian Vogt

De espalda imperiosa,
desgarradora,
cautivadora,
acaparadora de la fuerza.

Observando el mundo,
del revés,
contemplando la patria de todos los hombres,
el Horizonte.
Desnuda en grises,
a quemarropa,
con sombras en el cabello
dilucidando bucles insólitos.

Se vuelve y nos mira
con hielo en los ojos,
extiende sus brazos,
alarga sus manos,
roza nuestro rostro.
Canta una melodía olvidada
de origen remoto,
con hielo en los ojos
y quimeras en los pies.

El viento se ilumina,
nos revuelve el mar.

Nos hace sentir dientes que peinan el cielo,
que lo destrozan,
que lo apabullan,
que lo ridiculizan
y que se oponen a la verdad.

Se vuelve y nos mira
con hielo en los ojos,
extiende sus brazos,
alarga sus manos,
nos apresa en la ansiada libertad.
Libertad inexistente,
tejida por los hilos de la humanidad.