Por toda la eternidad

Cuando la maleza cubra tu manto marmóreo
la noche derrame su brillo
la brisa vislumbre el frío
la niebla desaparezca...
Te mandaré a llamar
para que inundes mis horas desiertas.
Nos alojaremos en mi inhóspita casa,
nos sentaremos en las maderas quejumbrosas
y te rozaré el rosto con el dorso de mi mano
mientras veo como sientes la aridez del desierto,
sin marcharte.
Me apoyaré sobre tu regazo
ilustrado en poemas ensimismados
dentro de palabras engarzadas en el olvido,
y me abandonaré.
Confiada de tus promesas,
cuidando de mis pesadillas,
de mis nervios y de mi océano.

Cuando despierto
la soledad me aguarda
y ya te has ido.

Las tormentas de arena se han levantado contra mí,
te han sepultado
y llevo días buscándote, escarbando por si te encuentro
con las uñas ensangrentadas y las manos ennegrecidas.
Todavía recuerdo aquel día en el que rocé con el dorso de mi mano tu pómulo
desprestigiando tus deseos febriles,
dejando paso al aliento marchito de mi boca
acabando con lo poco bueno que quedaba en ti.

Tengo la esperanza de que
algún día la maleza cubra nuestra lápida,
la lluvia nos limpié,
el sol nos caliente
y la podredumbre nos de cobijo
por toda la eternidad.