Confesión

A ti no puedo mentirte, mi escarchada flor,
y he de confesarte que cuando él me besa nada se puede comparar

a esa felicidad inmensa,                                                     
a la curva de su labio superior, ni a su color.

A sus andares que acompañan vendavales,
a la libertad,
a su murmullo en cascada de palabras
y a su melodía silenciosa.

Nada, absolutamente nada
puede competir con sus sonrisas,
con su melena posada en mi piel,
ni con la intensidad de su presencia.  

Adoro cada uno de los dedos de su mano izquierda,
sus pasiones históricas,
el entusiasmo de su almohada
y su miedo a nada.

Y he de contarte, que hago míos los instantes
en los que me veo reflejada en la profundidad de sus ojos
y su brillo me atraviesa, me aprisiona,
en el calor de las noches a ciegas.

Tengo que confesarte, que han sido muchos fantasmas mis tormentos,
que me ha dado un vuelco el universo
y que el vacío me ha abandonado
imprimiéndome un nuevo giro de acontecimientos.

Por eso te pregunto
mi escarchada flor,
¿lo anulo o lo alimento?