Añoranza


Una noche, 4:32h de la mañana, la espalda rota y Sueño me espera en la cama. Ojos entrecerrados a causa de la luz y una alegre melodía que no alivia mi inquietud.

Fotos y más fotos pasan por delante de mí, de las más recientes a las más antiguas.
No puedes evitar mirar un rostro y revivir aquel momento inmortalizado casi con la misma intensidad de como fue y eso te remueve por dentro.
Esas fotos, principalmente se componen de personas pasajeras o inamovibles. Les recuerdas con cariño y a otras no, anhelas lo vivido pues los tiempos antiguos siempre se consideran mejor, pero el mundo se para al encontrar un instante en el que dos miradas se funden, dos expresiones se abrazan y crean una conexión tan especial como la vida misma. Dos sonrisas que se sonríen diciendo tanto, tanto que no hace falta saber que ocurre. Naturalidad, espontaneidad, complicidad y buenaventura se quedan cortas frente a la palabra amor.
Pero de un chasquido, todo se rompe y vuelves a aceptar la verdad, la transformación y comparas como cambian las cosas que más amamos; como te acostumbras a verlas cada día sin que te duela finalmente, conformándote sin remedio con su nueva forma.
A sabiendas de que no cambiarán, que el dolor se atesoro sin consuelo y que nada puede ser igual no puedes evitar ver que la naturalidad que poseíais se ha tornado artificiosa, la espontaneidad en precaución, la complicidad en distancia y la buenaventura en frialdad.
Hemos crecido a peor o a mejor quien sabe, pero lo hicimos por senderos separados. Aún así, cuando te miro, el pasado aparece insondable paseando por mi mente que no olvida, como nos comíamos el mundo la una por la otra y se dibuja una inevitable sonrisa cargada de cariño, melancolía y soledad.