Si pudiera darte un beso
me quemaría,
porque el deseo de tenerte me incendia.
Lejos y yo tan cerca
del abismo oscuro,
cerca,
y yo tan lejos de tus charcos.
Si pudiera darte un beso
el destierro engalanado por las mañanas se marcharía,
me recogerías
del destiempo y para eso no queda era.
Dame un beso,
te lo suplico
que del deseo los labios se envenenan,
la cabeza se enfría
al ritmo de la entrada de la primavera,
y los árboles nunca despiertan.
La diferencia,
marcada
La diferencia,
creada.
Iceberg
El día amaneció
y se tornó de otro color
El aire se llenó de rimas con lluvia de sonetos enquistados
y nadie nos pudo salvar.
El río corría por la ladera,
los muros se derrumbaban.
Los pies apremiaban
el camino de vuelta a casa.
Sus palabras se detuvieron
al pisar la alfombra
que presidía mi mausoleo
y se perdieron
en su fugaz constelación.
Y nadie, nos pudo salvar.
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