La combustión efímera de la razón

Si pudiera darte un beso
me quemaría,
porque el deseo de tenerte me incendia.
Lejos y yo tan cerca
del abismo oscuro,
cerca,
y yo tan lejos de tus charcos.

Si pudiera darte un beso
el destierro engalanado por las mañanas se marcharía,
me recogerías
del destiempo y para eso no queda era.

Dame un beso,
te lo suplico
que del deseo los labios se envenenan,
la cabeza se enfría
al ritmo de la entrada de la primavera,
y los árboles nunca despiertan.

La diferencia,
marcada
La diferencia,
creada.

Iceberg


El día amaneció
y se tornó de otro color
para Él y para mí.

El aire se llenó de rimas con lluvia       de sonetos enquistados
y nadie nos pudo salvar.

El río corría por la ladera,
los muros se derrumbaban.
Los pies apremiaban
el camino de vuelta a casa.

Sus palabras se detuvieron
al pisar la alfombra
que presidía mi mausoleo
y se perdieron
en su fugaz constelación.

Y nadie, nos pudo salvar.

Solo los amantes sobreviven



"El amor no se altera con sus cortas horas y semanas,
sino que todo lo resiste hasta el final de los tiempos.
Si estoy errado, y que eso se pruebe,
yo nunca he escrito, ni ningún hombre ha amado."


William Shakespeare, Soneto 116.




Mis días


                                                       "The Belonging" - Brad Kunkle

Dicen,
que vivo en un museo de ausencias
rodeada de azucenas muertas
y lirios perlados.
Los pasillos inescrutables se vestían
de sombríos esperpentos
con rostros marchitos
capaces de conmover al corazón más inerte.

Quería escapar de los compartimentos grises,
cerrar sus puertas a cal y canto
para no volver a mirar por la mirilla.
Quería apartarme de la desdicha que un día,
provocó en mi su muerte.

Y dejar escapar al pasado,
como un pájaro liberado.

Tuve un sueño en el que me dijeron que sería un alma felizmente atormentada por mis fantasmas... el resto de mis días.

Todo


Lo voy a tirar todo, la piel, los ojos, las manos... y me voy a quedar en los huesos.

"La muerte y la Doncella", Eugène-Emile Hébert 

A la chica que se sentaba a mi lado


Un día conocí a una chica que hoy ha regresado a mi memoria. Recuerdo que no le gustaba sentarse sola en el autobús, sí, era así, contraria al resto de la gente que busca asientos de dos aislados. Llegué a adivinar que se debía a la soledad, no era una simple suposición, su persona emanaba un aspecto abandonado de caricias, de sonrisas y su ser más que brillar enmudecía en grises, pero la clave estaba en el detalle que narre antes, siempre se sentaba al lado de alguien en cada trayecto. A veces, me tocaba a mi ser su acompañante, nunca hablaba, solo miraba al frente aunque a veces la sorprendía mirando de reojo las conversaciones de mi "WhatsApp" y es que ella era así, una sarta de incertidumbre transeúnte, indescriptible para mí. Yo tampoco fui capaz de hablarle, me limitaba a observarla desde su lado o desde la lejanía, la curiosidad me dominaba, quizás porque en esa época era demasiado impresionable.
Ella no era extremadamente atractiva, vestía de forma descuidada y no dejaba adivinar sus armas por debajo de la ropa, aún así tenía ese algo, esa chispa que no tiene explicación. Siempre llevaba una mochila y varios cuadernos en las manos, nunca escuchaba música, ni leía, ni como ya he dicho antes conversaba por lo que llegue a suponer que no se aburría consigo misma.
Cada mañana que la veía se me hacía más familiar su rostro, su corte de pelo, reconocía sus pantalones y chalecos, incluso sus cuadernos.
Se convirtió en un juego contra mí misma, se volvió dulce y amargo al mismo tiempo, más tarde salado; tal y como cree ese universo de pensamientos, se desvaneció, la chica se esfumó. Al principio la veía esperando en la parada o en un asiento de espaldas pero realmente la confundía con otras personas y desde ese entonces, no he vuelto a saber de ella.
Si algún día tengo la suerte de encontrarla de nuevo, le hablaré y no me quedaré con las ganas de saber a que huelen sus sábanas.

                       

Peces

Lo reconozco, estoy obsesionada con los peces.

Me apasiona ver ondear sus remos al son de la corriente, su aliento acuático, su pelaje impermeable y la energía de sus colores. Me hipnotizan sus viajes al fondo del océano, su armazón escaso de huesos, sus branquias admirables y sus fauces de sal.
No sé si es porque tengo complejo de sirena o porque soy alérgica a su sabor, pero me envenenaron de pequeña con su buceo y siempre desee tener una estrella de mar, de esas que se movían todo el tiempo; también cangrejos a montones de ermitaños caparazones.

Lo reconozco, me encantan los peces.

Esos con bigotes negros, con tres ojos aunque dos de ellos sean de mentira, brillantes y despistantes, con bolsas o con catalejos. Majestuosos, tímidos, con bellas colas cristalinas y con gamas reflectantes.
Quizás no puedan entenderme pero ellos me mostraron sonrisas cuando nadie lo hacia y sus bailes costureros me enseñaron que siempre hay esperanza.

Lo reconozco, siempre escribo sobre peces. Aunque sea entre líneas, de forma imperceptible, impersonal y poco importante, pero ellos siempre están nadando sobre los hilos de mis pensamientos.





Numen



Numen de For Use, Instalación París.

¿Por qué dejaste de escribir, alma en pena? por qué no recurres a tu vía de escape, a tu salida por la puerta de emergencia. La compartíamos ¿recuerdas? las letras, la sensibilidad, la soledad.
¿Estás vacío y no tienes nada que decirle al mundo? No lo creo, tú siempre ofreces algo al minutero, especialmente malo, pero eso me gusta.
Dime... ¿qué reconcome tus sesos? cuéntalo en forma de versos transeúntes, música mortuoria; necesito cargarme las pilas con algo nuevo. Sorpréndeme.
Te ansío como un recuerdo férreo, inteligible y brumoso. Te reconozco, que no lo quiero. Quisiera apartarlo de mí pero hay cosas que no elegimos y tristemente, volvemos la vista atrás buscando un resquicio de lo que fuiste, de lo que fui.

Necesito ver que sigues vivo ¿me das algo? me encuentro en un callejón sin salida, las ventanas están cerradas a cal y canto, al igual que las puertas. Miro al cielo pero no me dice nada, estoy perdida y ya no encuentro tu mirada para abandonarme por las calles en el vaivén de tus palabras.