Mi Ave Fénix


Erase una vez dos extraños que se sentían diferentes, dos extraños tan parecidos que la vida misma los había juntado a pesar de su condición y de su edad.
Fuego y tierra, tan incompatibles y tan necesarios para que la vida resurja, el ying y el yang.
Dos mitades que cuando se unían, se volvían la bomba atómica capaz de arrasar el mundo en su plenitud. Apostaron por romper todo lo que se cerniese a su paso, de una forma u de otra, todo carecía de sentido porque iba tomando forma olvidada de prejuicios y sentimientos ajenos. En esa nube carente de empatía se encuentran con el universo, primer obstáculo, primer camino que bordear, pero hay algo inmutable que desaparece mostrando la locura que nace en el mismo cielo que reina sobre sus cabezas y aunque el resto de la atmósfera diga que no, ellos dirán que si, aunque se aprisionen sus almas en la monotonía hasta encontrar la salida.

Al final... solo quede yo, resurgiendo entre fuego escarlata. Tú decidiste quedarte en cenizas.






https://www.youtube.com/watch?v=rG4EO2dmhOU




El Conductor

Inmerso en un mundo sin Sol mira al frente mientras conduce un autobús cargado de pasajeros. Una sonrisa superficial recorre su rostro y un saludo cortés para cada transeúnte forman parte de su monotonía una vez más.
Liberado de los obstáculos del trafico a causa de su experiencia, sortea las calles con soltura y no distrae su atención de la carretera. Pero si fijas tu mirada en sus ojos sabrás que no es todo brillo lo que se encuentra, que las sombras son mayores que las luces y que esta desamparado entre el mar sin cruces.
Un halo de putrefacción recorre el cielo negro inundando los ánimos de tinieblas, entristeciendo con sus lágrimas la tierra donde se desbordan los ríos sinuosos.
Escasez de piel entre el gentío de una confrontación inevitable, causas sin motivo, destinos incomparables.
En el recuerdo no se siente culpable pero al salir de él, sus mejillas se encuentran amoratadas de puñetazos y se resienten de esos sombríos sucesos.

Detiene el autobús llegando al anden, resopla y se frota los ojos para desempañar al cansancio. Deja en blanco los pensamientos pero uno es insondable: ¿Qué le queda en la vida? dos hijos que no ve a causa de la separación con su ex-mujer, la pecera en la casa vacía y la indiscutible perdida de la ilusión por el amor.
Cada día ve rostros bonitos, jóvenes y sensuales, otros no tanto pero sin carecer del ultimo adjetivo y sonrisas alegres que llegan al alma, que te dan calor por segundos, que se pierden con su marcha.
Sin embargo, son momentos fugaces, momentos que no llegan a nada y que pueden compararse con el sexo sin amor. Placeres vacíos y abandonados que resuenan frialdad en cada latido.
Ha soñado con sentir refugio en unos brazos otra vez, con sentirse aceptado por alguien que sea capaz de amarlo, pero lo ve inútil, nadie en su sano juicio fijaría sus ojos en él. Un personaje sin futuro más allá de un volante, con sueños perdidos y con sentimientos derretidos como la cera de las velas, triste estampa para los distintos.

Termina la jornada sin imprevistos, llama a sus hijos como de costumbre pero no contestan al teléfono, otra más de esas noches llenas de ausencias equivocas.
Llega a casa, humedad y oscuridad recorren sus paredes. Comienza a encender las luces y nota la palpable soledad. Percibe el débil sonido del agua repicar, su acuario iluminado por colores y viveza; busca el bote de comida y esparce con mimo el alimento. Los tímidos peces se acercan a la superficie, comienzan a comer. En el fondo son lo único que tiene, lo único que le espera cada día al llegar a casa, para ellos él es el único motivo por el que sobreviven. Es cierto, tiene complejo de pez en un escaparate donde todos le observan pero no le tocan ni le hablan pues la barrera que le da la vida, ese cristal, también lo aísla. No sale, no quiere, se encierra en su pequeño mundo inconcluso con la tenue esperanza del brote redentor.

Continuará... algún día.