Iceberg


El día amaneció
y se tornó de otro color
para Él y para mí.

El aire se llenó de rimas con lluvia       de sonetos enquistados
y nadie nos pudo salvar.

El río corría por la ladera,
los muros se derrumbaban.
Los pies apremiaban
el camino de vuelta a casa.

Sus palabras se detuvieron
al pisar la alfombra
que presidía mi mausoleo
y se perdieron
en su fugaz constelación.

Y nadie, nos pudo salvar.

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