Noche maldita

 
Sosteniendo tus hombros al borde del precipicio, embriagado en el licor de la melancolía nos encontrábamos escuchando Nirvana. Inmersos en su voz rasgada y sus escalas depresivas nos vimos morir a merced del hombre que vendió el mundo...
Tus ojos derramaban soledad, tu cuerpo vencido al cansancio de la desesperación y yo, que te quería más que a nada, bajo mi capa de compasión deje emanar un suspiro de dolor al saber que nunca sería capaz de hacerte feliz.
Me pedías una y otra vez esas dos canciones que despertaban tu verdadero ser y me limite a darte ese veneno, a compartirlo contigo y a cargarlo conmigo a lo largo de mis días. 
Necesitaba cumplir con tus perspectivas, con tu futuro enclaustrado en un ideal lejos de la realidad. Quería ser esa persona capaz de encajar en el perfil soñado de tu imaginación...
Te levanté, te desvestí, te metí en la ducha y acompañe hasta desmembrarme debajo de ti, dejándome sumisa ante tus promesas atractivas y desesperanzadoras: me topé con las sábanas embrujadas de las noches de lluvia, la humedad que proviene del fin del mundo y el despertar de los amaneceres más soleados. 
Me torné vacío, me torne furia, hasta convertirme en la última persona del mundo que hubiera deseado jamás...

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